
1.- Que Brasil no iba a ganar la medalla de oro subida al autobús antes de bajar al estadio era obvio. Pero quizás sorprende en cierta manera la dificultad tremenda que está teniendo para solventar los partidos que se ha llevado hasta el momento. En la primera jornada de estos Juegos Olímpicos, la Canarinha fue extremadamente superior a Egipto durante 45 minutos, y tras el descanso se creyó ganador y sufrió para conservar los tres puntos. Hoy ha jugado durante demasiados minutos con una tensión mínima, sin profundidad, sin fluidez. Se echó una siesta a la hora del té y casi se queda sin probar las ricas pastas de la victoria.
2.- Esta vez tuvo delante a un equipo que sí sabe cuáles son sus objetivos. A diferencia de los egipcios, flojos a la hora de defender, Bielorrusia jugó como tenía que jugar contra Brasil para tratar de sacar el mejor resultado posible. Georgy Kondratyev dispuso dos líneas de cuatro hombres muy juntas, cercanas a la portería de Aleksandr Gutor (enemigo implacable de España en la Eurocopa Sub-21 de hace apenas un año). La basculación era al unísono, tapando la gran mayoría de las líneas de pase brasileñas y, lo más importante, evitando que Óscar recibiera demasiados balones en posición ventajosa.
3.- Sin la participación constante del nuevo jugador del Chelsea, Brasil es un equipo modesto, sin el jogo bonito que caracteriza a toda selección verdeamarela y que depende así única y exclusivamente de la imaginación y realización de un genio como Neymar Junior. El dominio del balón era suyo, como no podía ser de otra manera. Bielorrusia no tenía ni la más mínima intención de discutírselo. Pero por muy alta que fuera la posesión del cuero, las ocasiones durante los 90 minutos reglamentarios fueron bien escasas.