martes, 7 de agosto de 2012

Josefa Idem, remando en sus octavos Juegos

Publicado en el Magazine de Martí Perarnau.

Son las siete de la mañana del primer día de octubre. En Goch amanece un domingo diferente a todos los demás. Es una pequeña ciudad situada cerca de la frontera de Alemania con los Países Bajos, de poco más de 30.000 habitantes, cantidad suficiente de gente para que no todos los rostros sean conocidos entre sí. Pero hay una cara que cualquier habitante de esa pequeña población de Westfalia podría reconocer con facilidad. En Santerno, aldea de 2.000 habitantes de la provincia de Ravenna, Italia, todo el mundo sabe quién es el panadero, el tendero o el pizzero. Aunque a ambos municipios los separan más de 1.200 kilómetros, ese día de principios del décimo mes del año, aquella mañana algo los unió.


Todo el mundo tenía sintonizado en sus televisores, en los transistores, la señal de los Juegos Olímpicos que se estaban disputando en el lado opuesto del globo terráqueo, en Sidney. A esa hora estaba prevista la final del K-1 500 femenino y una paisana de ambos pueblos era la principal favorita para llevarse el oro. Dos minutos y trece segundos después, Josefa Idem conseguía el primer y hasta ahora único metal dorado en su carrera en unos Juegos Olímpicos.

Aunque de todo aquello ya han pasado 12 años, el recuerdo de esa victoria en los Lagos Penrith sigue llenando de felicidad el semblante de una de las atletas en activo con más participaciones en los Juegos Olímpicos. Un total de siete hasta la fecha, a los que se sumarán los de Londres. “Una larga carrera deportiva con grandes resultados es como escalar una montaña y alcanzar la cima. Desde allí arriba hay una vista inigualable”. Su propia frase resume una vida dedicada al piragüismo, más en particular al kayak individual.

Josefa Idem nació en Goch el 23 de septiembre de 1964. A los once años comenzó a montar en canoas como pura diversión, disfrutando de los numerosos lagos de su ciudad. No mucho tiempo después, Josefa decidió dedicar la mayor parte de su vida al agua, a los remos y a su kayak, desechando una atrayente vida como médico o una exitosa carrera periodística (sus otras pasiones) para convertirse en un miembro importante del equipo alemán de piragüismo. Su primera gran experiencia internacional fue en Los Ángeles’84, la primera piedra del mito olímpico. En aquella edición, la alemana quedó tercera en el medio kilómetro de K2, consiguiendo su primera medalla olímpica, un bronce que supo a gloria.

Con la selección alemana no conseguía dar el salto definitivo de calidad que la colocara en la cima del piragüismo internacional. Sus aventuras en los Mundiales hasta 1990 se saldaron con otro tercer puesto en Plovdiv (Bulgaria), en 1989, además de un quinto puesto en los Juegos de Seúl. Ese mismo año decidió cambiar de entrenador y contrató a Guglielmo Guerrini. El buen entendimiento entre ambos no sólo mejoró su rendimiento sobre las aguas, sino que además se convirtieron en marido y mujer.

El matrimonio entre entrenador y pupila dio a esta última la ciudadanía italiana y comenzó a residir en Santerno. Desde ese momento empezó a competir defendiendo a la azzurra. Y lo cierto es que ese color le sentó de maravilla, porque su palmarés comenzó a ampliarse de forma casi exponencial. El primer éxito se produjo en el mismo año, 1990, ganando su primer título mundial en K1 500 y llevándose también un bronce en el 1.500. Repitió éxito al año siguiente en París, pero esta vez el oro llegó en 5.000 metros, mientras que en su especialidad, los 500 metros, quedó tercera.

Pero el triunfo olímpico seguía resistiéndosele. En Barcelona, tras ser la mejor en el preolímpico, sólo pudo ser cuarta. Los Juegos de Atlanta completaron un lustro sin alegrías deportivas después de acabar la prueba en tercera posición. Era otra medalla, pero sabía a poco. En lo personal, un año antes había tenido su primer hijo, pero aun así no dejó de competir.

El objetivo en la siguiente Olimpiada era claro: llegar en perfecto estado a los Juegos de Sídney y tratar por todos los medios de llevarse por fin el oro olímpico. La preparación para la cita en Australia fue casi inmejorable. En esos cuatro años, Josefa Idem consiguió cinco oros, tres platas y dos bronces en todas las competiciones que disputó. Cuando se acercaba la fecha en la que tenía que desplazarse al continente oceánico, una bronquitis casi la deja sin opciones de participar. En aquel momento, Josefa descubrió la homeopatía y el resultado fue realmente positivo. Al poco tiempo, se recuperó por completo y pudo no solo competir, sino ganar.

Como había sido habitual por desgracia en su carrera, tras el oro de Sidney, la suerte olímpica no correspondía con el buen rendimiento y resultados que conseguía en Mundiales, Europeos y Juegos Mediterráneos. Aunque lo peor no fue que no se llevara el más preciado metal ni en Atenas ni en Pekín, sino que en ambos Juegos se quedó con una amarga plata que aunque siempre se puede considerar un éxito, no terminaba de llenar. Ahora en Londres, Josefa se ve en perfectas condiciones para volver a subir a lo más alto del podio. Se convertirá en la mujer con más participaciones olímpicas en la historia y quiere hacerlo con un oro. Pudo ser abanderada de Italia en la ceremonia inaugural, pero la decisión del Comité Olímpico Italiano benefició a Valentina Vezzali, esgrimista italiana que ha logrado cinco medallas de oro en la especialidad de Florete en cuatro Juegos diferentes. Pero ello no impedirá que Josefa Idem siga remando.

- Foto: La Repubblica

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