viernes, 10 de agosto de 2012

No le colguemos aún el oro a Brasil

Publicado en el Magazine de Martí Perarnau.

 

En la mayoría de competiciones futbolísticas que se disputan en todos los niveles alrededor del mundo, llegar a una final es un auténtico logro, un motivo para estar más que satisfecho con el rendimiento ofrecido durante el campeonato que tienes la gran oportunidad de ganar. Si antes del último partido del torneo echamos la vista atrás y vemos que el equipo finalista en cuestión se ha presentado en la final con un balance de cinco victorias en cinco partidos y 15 goles anotados, tres por encuentro, la sensación es que dicho conjunto se ha paseado por los campos derrochando una superioridad sobre sus rivales intratable.

Eso es lo que se debería pensar sobre el Brasil olímpico, la plantilla de 18 hombres que llegó a Gran Bretaña con el objetivo de llevarse la medalla de oro por primera vez en la historia y que ahora está a solo 90 minutos de conseguirlo. Pero, a decir verdad, el equipo que dirige Mano Menezes no ha convencido a los puristas del fútbol mundial. Si bien ha solventado sus partidos, nunca dio la sensación de dominarlos con la suficiencia que se le presupone a unos jugadores que están destinados para luchar por la Copa del Mundo de 2014. Salvo contados momentos en algunos partidos donde salió de su escondrijo el difuminado jogo bonito, Brasil no ha desplegado el nivel que se espera de un pentacampeón mundial.

El once tipo que ha utilizado Menezes es probablemente el mejor, nombre por nombre, que podía utilizar. En todas las líneas jugaba el hombre con más calidad o en mejor estado de forma, con la ‘pequeña’ excepción de Hulk. Uno de los hombres que superaba los 23 años estaba llamado a ser fundamental en el planteamiento brasileño, teniendo en cuenta su velocidad, sacrificio y gol. Pero nada de eso ha aparecido en estos Juegos Olímpicos. El delantero del Porto FC actuó en la vertiente diestra del ataque, pero no supo asociarse ni con sus compañeros ofensivos ni con la medular, denotando también una falta de ritmo que hacía ralentizar el juego.

Pero ese centro del campo tampoco acompañaba en demasía cuando el equipo se volcaba en las labores ofensivas. Sandro es un buen pivote, correcto en la marca y disciplinado, pero no es capaz de unirse con alegría al ataque, donde deja entrever alguna que otra carencia técnica. La opción para combinar en esa zona del campo es Rômulo, pero aunque apunta maneras para parecerse a Ramires, aún le queda mucho que madurar para ser esa conexión entre Sandro y Oscar. De hecho, era el nuevo jugador del Chelsea el que hacía las veces de organizador, actuando tanto de ‘5’ como de enganche durante muchos minutos, obligándose a dejar a un lado su mejor posición, la de ‘10’, la de pasador letal.

Aun así, los goles llegaban con cierta sencillez. Con un Damião en plan letal, hay pocos balones en el área rival que no se conviertan en gol, sobre todo teniendo en cuenta la debilidad de las defensas contrarias. El problema principal es llevar el balón al área. Neymar quiere encargarse de ello en muchos momentos con su calidad técnica como principal aval. Sin el genio del Santos, este Brasil habría naufragado con muchas probabilidades. No ya por sus goles y asistencias, sino por su inteligencia. Partiendo casi siempre desde la izquierda, aglutina rivales a su alrededor y genera con su sola presencia espacios para la llegada de sus compañeros. Después, una vez tiene rivales circundándole, Neymar elige con un gran porcentaje de acierto. Bien regatea y esquiva a dos o tres defensas, o abre el juego hacia Oscar, Rómulo, Marcelo o un jugador que pueda recibir en posición ventajosa, o hace las dos cosas a la vez.


El lateral del Real Madrid es otra pieza clave. Si en el club blanco su participación en el medio es fundamental para crear juego, en Brasil se acentúa. Marcelo sabe que no está todavía al cien por cien de sus facultades físicas y no está subiendo la banda con la libertad de otras veces, haciéndolo solo en determinados momentos que pueden romper un partido, como sucedió en las semifinales contra Corea del Sur. Con solo superar la línea divisoria, es una vía de escape recomendable para Rómulo y Sandro, que descargan en él los balones que no pueden sacar de su zona y Marcelo los distribuye hacia delante. En menor medida, el papel de Rafael da Silva es similar, aunque de ambos es el más concentrado en las labores defensivas.

Precisamente, la defensa es lo más preocupante de Brasil después de encajar 5 goles. La lesión de Rafael Cabral y la siguiente de Neto han dejado a Gabriel, flamante nuevo portero del Milan, con la responsabilidad de defender el marco brasileño. Pero todavía tiene mucho que aprender. No da confianza en los balones aéreos, le falta contundencia a la hora de blocar y mucha técnica en la salida del balón. A ello se une la inseguridad de Juan Jesús, que si bien no ha cometido errores de bulto, no ha sido el fiel escudero de un Thiago Silva que en varios momentos del torneo olímpico ha estado a verlas venir.

Brasil ha llegado a la final, primer y fundamental paso para conseguir el oro. El otro metal en juego, la plata, no se quiere ni ver. Una derrota contra México sería un fracaso histórico, ya que la Canarinha se considera ante la gran oportunidad de lograr el único éxito que le falta en sus vitrinas. Como ha pasado con todos los rivales anteriores, Brasil llega al encuentro de Wembley sabiéndose superior y siéndolo en el papel. Pero hasta ahora no se ha enfrentado a un rival de la talla de los mexicanos. La Tricolor no va a contar con Giovani dos Santos, santo y seña del equipo, pero ha dejado claro que ha sido el mejor equipo al otro lado del cuadro. Que nadie le cuelgue el oro a Brasil antes de tiempo.

- Fotos: London2012.com

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