
1.- Si durante la fase de grupos es fundamental no encajar goles para asegurarte al menos un punto, en las rondas eliminatorias adquiere un carácter casi definitivo que provoca que muchos equipos prefieran mantenerse resguardados atrás y dejar correr los minutos para encontrar en un golpe de fortuna un gol que los clasifique o una prórroga que les dé otra oportunidad de encarar el encuentro. Chequia jugó a ello durante 45 minutos, todos los de la segunda parte, sin ningún tipo de pudor, cambiando en su totalidad el registro empleado al inicio del partido, en el que intentó tener el balón, tocar y tocar hasta encontrar el hueco en la defensa de Portugal.
2.- Pero para cobijarse en la retaguardia se requieren dos elementos indispensables. El primero, tener un equipo acostumbrado a desarrollar ese juego; y el segundo, saber llevarlo a cabo. Bílek decidió emplear a sus extremos, hábiles cuchillos perforando las alas rivales, como falsos interiores que trataban de cerrar al máximo los espacios a Portugal. En esas, Plašil desapareció del desarrollo del juego checo y se esfumó la creación. Al juntar las líneas, deberían haber impedido las continuas paredes portuguesas, que seguían triangulando sin ningún tipo de dificultad. De hecho, crearon más peligro en la segunda mitad, con Chequia echada hacia atrás, que cuando los de Bílek tenían más espacios al querer mover el balón.
3.- Portugal comenzó dependiendo en exceso de la inspiración de Cristiano Ronaldo, como suele ser habitual en demasiados partidos del combinado luso. Durante la primera parte, el juego habitual eran los balones largos desde los centrales buscando la anticipación aérea del capitán o de Hélder Postiga para crear segundas jugadas con las llegadas de Nani y Meireles desde atrás. El peligro era escaso, sobre todo cuando el encargado de recibir los melones era el delantero del Zaragoza, no muy acertado en la tarde-noche de hoy.